Y tú te empiezas a reír, también la otra persona. Y os reís aún más. Y
os miráis y os parece que todo está diseñado para haceros reír, y
entonces te ríes, te ríes sin cesar, y da la impresión de que el destino
está de tu parte, sí, que vale la pena reír sin parar. Porque pasas un
momento de ésos en los que, de verdad, la barriga se tensa y te duele de
lo mucho que te has reído.En los que empiezas a soltar esas pequeñas
lágrimas de risa, que hacen que el otro se ría más por la cara que
pones, y que tú al ver al otro, te rías y no pares de reír, pidiendo que
pare, que te falta el oxígeno. En esos instantes que no hay nada más
hermoso que esa risotada, te olvidas de todo lo que te ha salido mal y
te sientes de verdad recoinciliado con el mundo. Y entonces dejas de
reírte, sueltas alguna que otra risita nerviosa, pero después te sientes
casi satisfecha y exhalas un largo suspiro, como de alivio. Pues bien,
eso es vivir, partirse de risa con una persona a la que quieres y te
hace sentir querida. Para darse cuenta de que… aunque muchas veces las
cosas puedan salir mal, siempre va a ocurrir algo que te haga soltar una
carcajada a pleno pulmón.